Manifiesto número 1
Muchos artistas han sentido la necesidad de formular de manera escrita ideas, conceptos, teorías sobre arte, sociedad y política. El arte es siempre una producción en relación, por lo que no le es ajeno el tiempo histórico en que nace la obra y el tipo de sociedad por la cual esta circula. Ha llegado el momento de escribir mi primer manifiesto de artista, llamado Manifiesto número 1 en tiempos de intensas mutaciones.
¿Por qué nombrarlo Manifiesto 1? Sencillamente, porque pienso que las ideas evolucionan, el pensamiento muta a cada instante; la obra, por consiguiente, también. Ha llegado el momento de enunciar las ideas, no para que se cristalicen, sino para asumirlas; no se puede vivir con el miedo al error, a la polémica. No podemos seguir produciendo arte sin plantearnos nada acerca de asuntos estéticos, éticos, políticos.
Cada artista debe pensarse, encontrarse consigo mismo en relación con otros; con el mundo y sus realidades. Tal vez haya que deconstruir condicionamientos, traspasar límites, violar normas absurdas, abrazar ideas. En tiempos que algunos llaman líquidos, todo da igual, nada se pone en discusión, o por lo menos no aquellas cosas que debieran importarnos. ¿Cuál es la escala de valores de la sociedad en que vivimos? ¿Cómo situamos los artistas nuestra obra en dicho contexto?
Ha habido muchos manifiestos de artistas a lo largo de la historia. Casi todos cuestionaron la sociedad del momento, las estructuras opresivas, la falta de libertad, las formas expresivas complacientes con las clases más privilegiadas, la función meramente recreativa o decorativa del arte, la sujeción de los artistas a las leyes del mercado. Casi todos han apostado a una sociedad con altos valores humanistas, estimulado el pensamiento crítico, advertido sobre la problemática ecológica, sobre la guerra. A pesar de todo ello, la humanidad parece estar estancada, dado que los manifiestos se repiten y sus postulados en líneas generales siguen siendo los mismos. ¿Cómo pensar hoy después del surrealismo, de los dadaístas, de los expresionistas, de los situacionistas? ¿Qué decir del manifiesto de Joseph Beuys? Resignificar muchas de sus reivindicaciones tal vez sea una de las cosas que podemos hacer, pues su relectura nos indica cuáles son los corrimientos que la sociedad debería producir para cambiar.
Muchas preguntas, muchos caminos para explorar. Lo cierto es que el artista, los artistas, debemos entre otras cosas ser guardianes de nuestro propio quehacer, de nuestras producciones y de nuestro campo de acción.
El primer escollo que deberemos sortear es la burocracia de las instituciones de cultura; debemos rechazar toda normativa que coarte nuestra libre expresión y nuestro derecho al respeto como artistas y hacia nuestras producciones. No debería ser norma que un sin número de personas que no tienen nada que ver con el arte y la cultura estén al frente de instituciones culturales dictando a los artistas qué deben hacer. Menos aun generando manuales, programas, proponiendo proyectos imposibles que llevan a que el artista se convierta en gestor cultural o en empresa unipersonal. Esto significa su muerte como sujeto libre; termina condicionando su producción creadora, volviéndola trivial, encorsetándola.
El sistema encapsula y formatea todo; el arte y los artistas; los programas, los salones, las exposiciones, las bienales. Se ha producido una verdadera mutación en la que se ha sustituido el conocimiento por lo decadente espectacular, y lo más absurdo es que el arte en las sociedades actuales tiene que ser integrado a eso mismo que provoca su propia marginalidad y banalización, es decir, al sistema como corpus regulador.
Vivimos momentos intensos, de quiebre, en los que se hace necesaria la emergencia de lo nuevo. Eso nuevo no es una cosa, un objeto, un decreto, una ley, un nuevo gobierno o un nuevo ministro; lo nuevo, lo por venir, es algo que necesariamente nos involucra en su construcción, pasa por nuestros cuerpos, nuestros gestos. Pero esta construcción debe ser colectiva; se construye desde el pensamiento y las afectividades.
El arte debe salir del encapsulamiento y del control para ponerse en circulación viva, libre, adentrándose en un campo de composiciones nuevas y fluidas. En el actual contexto local y del mundo, el arte tiene que regresar a los espacios donde se gesta, es decir, a los talleres de los artistas. El arte también debería incidir en lo urbanístico, en el hábitat, en el entorno natural, pudiendo ser igualmente sutil, volviéndose en ocasiones nómada, gesto, palabra, sonido, intención.
Es tiempo de refundar, crear, abrir nuevos espacios horizontales de arte en donde el público se encuentre con la obra desde su sacralidad. Regresar a lo íntimo; alejarse del espectáculo, de los grandes templos de la cultura donde el arte se ha vaciado de sustancia y trascendencia. Es necesario vincularse con el tiempo; algo que se ha vuelto escurridizo y que obstruye la vida.
El artista debe recuperar su espacio, debe insertar la obra ahí donde es llamado desde su interioridad y desde su contexto social. Plantear un acto potente, significante.
Así como la sociedad entera deberá adoptar el decrecimiento como forma de sobrevivencia, de preservación de la vida, la producción de los artistas también deberá seguir el mismo camino. La idea de acumulación es propia del sistema capitalista; la que genera la larga crisis. Crisis de espacio, contaminación, a lo cual debemos agregar la excesiva circulación y mercantilización de los objetos.
Estoy planteando una estética de lo poco, del vacío, de la desaparición en algunos casos. Limpiar y potenciar nuestros sentidos. Ir hacia el afuera, inaugurar nuevas trayectorias. Subvertir lo establecido produciendo lo inesperado.
La producción de conocimientos será, a la par que la obra, necesaria, como única forma de que el arte tenga un sentido, una razón de ser. No se plantea aquí la cuestión de cuál estética, sino lo que generamos como conocimiento, información, interrogantes.
Ser artista implica compromiso, entrega desde el hacer creador, el obrar; el artista es un acumulador de conocimiento, un provocador de emociones; un chamán.
Es la intención de este manifiesto estimular la creación de círculos de artistas cuyo funcionamiento sea horizontal, siendo estos círculos espacios de investigación, de producción de conocimiento. Estas reflexiones nos van introduciendo en una de nuestras propuestas medulares en este manifiesto: los consultorios de artistas. Queda planteado a partir de este escrito un llamado a la creación y apertura de estos consultorios, espacios de regeneración de vida, de pensamiento y de intervención social que contribuyan a la evolución autónoma de las personas, haciendo de ellas seres más libres y conscientes. Los consultorios operarían como verdaderas células vivas dentro de la sociedad. Toda persona puede acudir a un consultorio de artista a fin de iniciar un proceso que la vincule desde el arte con sus propias potencialidades; que contribuya a despertar emociones, asombro; que desarrolle el espíritu crítico.
El consultorio de artista se entrama así con los distintos círculos de artistas, configurando nuevas territorialidades, nuevos archipiélagos de individuos, en una construcción social que se despliega y expande a partir de lo micro.
Consultorio de artista es un concepto, una creación propia de cada artista, desde donde propondrá su intervención, a fin de interactuar con las personas en sus vidas cotidianas y en la sociedad, a partir de una visión y una sensibilidad creadora. Cada artista define un campo de acción e intervención estableciendo un contrato con las personas que acuden al consultorio. Estos consultorios serán verdaderos laboratorios, oasis, burbujas de oxígeno dentro de la sociedad del caos y la barbarie.
Los consultorios de artistas contarán con un archivo de sus experiencias, conocimientos, producciones. Este estará a disposición de quienes quieran consultarlo, estudiarlo, difundirlo, y su circulación será libre. En estos espacios deberá producirse el cruce entre las diferentes disciplinas y los oficios; entre arte y ciencia, entre arte y pensamiento, entre arte y naturaleza.
El arte se vuelve político, pero no desde el panfleto, sino desde lo ético-estético, y desde el pensamiento.
Sandra PETROVICH
Uruguay, 23 de mayo de 2015
sandpetrov@yahoo.fr