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El arte como inmanencia

Texto: Florencia Flanagan ( curadora de Mutaciones III)

octubre 2016

Como un saber que viene desde dentro: IN.

Como un ritual vinculado con el tiempo antes de la historia, incluyéndola.

Sin importar la técnica, con la experimentación como un modo de la existencia,

el pensamiento de Sandra Petrovich plantea hibridaciones entre pintura, textil, objet trouvé, performance, danza, y siempre la música resonando.

Distintos soportes se manifiestan a veces de modos casi imperceptibles, otros con grandes movimientos. A veces gritos, susurros, silencios.

La política imbricada a una estética donde hay mancha que se expande y manifiesta, donde hay línea sin linealidad, donde el hilo conductor es la ética de la artista que juega más el rol de chamana, de agente de un cambio de conciencia, de un sonido, una vibración que emerge desde dentro: IN.

Su obra se pliega, despliega y repliega. Genera tensión: pensamiento, hacer, vida y arte buscando integrarse donde lo único permanente es la mutación.

 

Y sus mutaciones se manifiestan a gran escala, con trazos fuertes y manchas poderosas y expansivas en colores tierra, pintadas en el frente y el revés en films de poliéster transparentes, jugando con el adentro y el afuera de una imagen-espejo que nos confronta y cuestiona. Podríamos arriesgar que las manchas mutantes de Petrovich son una sola y única mancha en permanente transformación.

También encontramos mundos microscópicos, gestos delicados, líneas inconclusas que juegan su existencia en planos íntimos, que invitan al recogimiento.

Su obra está cargada de tensiones, de aparentes contradicciones, de estrategias que le permiten, siempre fiel a si misma, afrontar los tiempos.

Tiempos de la dictadura, de inventarse otros nombres, de vivir la clandestinidad con un hijo en brazos, de fragmentación, de huída y aún así siempre un tiempo para la alegría. Tiempos de exilio, de insertarse en otra sociedad, de vivir en comunidad y siempre tiempo para crear, enseñar, brindar. Tiempos de retornar, de rencontrarse en un viejo-nuevo lugar. Un Uruguay de post dictadura, un campo del arte que apenas lograba re configurarse a si mismo entre sus distintos agentes, más difícil aún absorber a artistas que, como S.P, se formaron y conformaron afuera con una línea de pensamiento propia.

Difícil encajar, mejor fluir siguiendo el cauce propio.

 

Para Sandra la materia, la técnica, es anecdótica.

La esencia de su obra está en su pensamiento ético-político-libertario, al cual incorpora  aportes de otras corrientes filosóficas entre ellas, la filosofía del budismo zen.

Su do sostenido, su insistencia ha sido y es, la búsqueda permanente del qi1.

No hay línea divisoria entre sus concepciones y sus producciones.

Mujer de paso firme, ha escrito su propio manifiesto artístico en un pensamientocuerpo que apunta a desmaterializar el arte. En la convicción de que este mundo no precisa más objetos. Si vivencias, experiencias, acontecimiento. Si cuerpos que vibren en proyectos de vida más amorosos, de una vida que configure en pos del bien común.

Pero Sandra no puede dejar de pintar…

Consciente, asumiendo su propia contradicción, nos plantea que “nada puede modificar a la persona desde afuera, salvo la vida comunitaria. El arte seria una latencia más allá de todo acto voluntario, más allá de toda intención”.

El arte para S.P es pensamiento, inmanencia.

 

1.La voz qi, o espíritu, resumía la presencia del Tao en la pintura […] Los chinos han escrito exhaustivamente sobre el tema, tratando de definir este misterio interno que a sus ojos encerraba el secreto del valor artístico  […] Han Zhuo acabó identificándolo con el Tao al decir que «la pintura opera con las “fuerzas creadoras” y comparte la misma energía del Tao». En otras palabras, el espíritu del arte se identificaba con el espíritu del universo. Fragmento del libro de G. Rowley, “Principios de la pintura china”, reflexiones sobre el Tao en la pintura: el “qi” o el espíritu.